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domingo, 27 de agosto de 2017

Belgrano, los mapuches y el siglo XXI

Los que hoy con propiedad denominamos “pueblos originarios”, fueron denominados en los tiempos del descubrimiento e incluso durante el largo período colonial “indios”, por el error de haber creído que se estaba en la India y no en un nuevo continente, el que luego fue denominado América. Recordemos que las nuevas tierras “descubiertas” por Cristóbal Colón, fueron denominadas “Indias Occidentales”, en contraposición a las “Indias Orientales.” Se llamó américa al continente, mucho después en homenaje a Américo Vespucio, el flortentino que fue uno de los precursores en definir que se estaba ante un nuevo continente. Ahora bien, actualmente, en el siglo XXI, lleno de reivindicaciones a los “pueblos originarios”, no se ha tenido en consideración que América, al ser “descubierto” por los europeos, ya tenía nombre. Mientras que la etnia Kuna, indios de la zona de Colombia y Panamá, denominaban al gran territorio como Abya Yala, los aztecas lo nombraban Cem Ānáhuac, que podría traducirse como “tierra completamente rodeada por agua”.



En la Revolución de Mayo y en el proceso de independencia, la cuestión de los pueblos originarios y su integración en la sociedad de los criollos y españoles naturalizados en estas tierras, fue una cuestión central en el repertorio de las preocupaciones belgranianas. 

El país del Truptu fue una utopía belgraniana. Comprendía la actual zona limítrofe con Chile, que se extendía desde el sur de Mendoza hasta los territorios de la actual provincia de Neuquén y de éste al río Negro, alcanzando el río Colorado como así también la región del Nahuel Huapi. Belgrano, a partir de antecedentes de exploradores españoles que habían tomado contacto con indios de la región indicada, avanzó en la exploración que buscaba encontrar un camino libre de nieve que vincule Buenos Aires con Talca (Chile). El sueño belgraniano era un territorio bioceánico. 

Esta cuestión la inició como Secretario del Consulado y la siguió cuando los días de la alborada del país independiente. Sobre este particular -  vinculación Atlántico – Pacífico - y el país del Truptu, nuestro Instituto Nacional Belgraniano, ha publicado un excelente trabajo de la historiadora decana del mismo,  la Dra. Cristitna Minutolo de Orsi. (“Belgrano y sus dos utopías: China y el país del Truptu (Patagonia)”, publicado en Anales N° 12 del Instituto Nacional Belgraniano). En dicho enjundioso trabajo, fruto de una prolija investigación, nos sorprendemos por dos cuestiones: Belgrano se muestra como un estadista que es capaz de planificar acciones estratégicas de gobierno que se proyecten a varias generaciones, impactando radicalmente en el futuro de la sociedad y a la vez, contemplan la integración de los pueblos originarios. Esta particularidad, es casi original de Belgrano, porque más allá de lo ideológico, respecto de la valoración de los nativos, que fue compartida por muchos de los independentistas, él define obras y acciones del estado que a más de generar desarrollo,  implican en forma fundamental la incorporación de los pueblos aborígenes en un claro proyecto integrativo de la sociedad europea y la originaria. El pensamiento belgraniano se encuentra totalmente en las antípodas del proyecto de los terratenientes del puerto de Buenos Aires que llegaron a la Patagonia con la idea de conquista,  excluyendo e incluso matando brutalmente a los pueblos originarios.



Belgrano como Secretario del Consulado,  logra incrementar los conocimientos e  informaciones sobre el país del Truptu, pues a mediados de octubre de 1805 y en presencia de varios funcionarios del Consulado de Buenos Aires, se presentaron  Don Juan Rosales Yaupilaugien y el  hijo del cacique Juan Caniulaugien del país del Truptu. Estos venían acompañados por un primo hermano, Don Juan de Dios Dumuiguala, y un sobrino Don Juan Llumullanea, todos pertenecientes a la nación Mapuche. Ellos informaron sobre los pasos bajos que tenía la Cordillera a la altura de Río Negro y Neuquén. Luego de esta reunión, Belgrano recomienda al gobierno  se dicten medidas para atraerse la voluntad de los indios, que poseen terrenos por donde se deben pasar,  al tiempo de atraerlos a través del Evangelio al dominio de nuestro soberano, incorporándolos así a la “buena sociedad”. (sic). Belgrano pensaba un país que  incorporase e  incluyese. De ahí su proclama al Pueblo de Misiones del 8 de junio de 1810, el Reglamento para los naturales de las Misiones, dictado en el campamento de Tacuarí el 30 de diciembre de 1810, o su artículo en la Gaceta de Buenos Aires publicado el 14 de junio de 1810. (Todos estos publicados por el Instituto Nacional Belgraniano en su Biblioteca). Finalmente su proyecto más audaz: La organización del país independiente,  mediante una monarquía temperada o parlamentaria, encabezada por un rey de la Casa de los Incas, presentado ante el Congreso de Tucumán el día 06 de julio de 1816. 


Un dato interesante, es precisamente que mucha de la cartografía que archivó y produjo Belgrano en su proyecto del país del Truptu, le fue facilitada a José de San Martín, información que el Capitán de los Andes, aplicó a su planificación del histórico cruce. El Dr. Raúl Martinez Moreno, (ex Presidente del Insituto Sanamartiniano de Tucumán y miembro fundador de nuestro Instituto Brelgraniano en Tucumán), en su trabajo sobre la amistad de Belgrano y San Martín en Tucumán, destaca la charla de los próceres respecto del mejor camino para llegar a Lima, núcleo del poderío realista en sudamérica. 

Autor: Luis Horacio Yanicelli

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