De reacción rápida, Belgrano decidido a aprovechar el factor
sorpresa ordenó que el ala derecha de su caballería (compuesta por más
de cuatrocientos hombres de los “Decididos” de Tucumán), y de Dragones
comandada por Balcarce, atacara de inmediato.
La atropellada de
los gauchos, quienes salían sorpresivamente por imperceptibles senderos
del monte circundante dando de alaridos y haciendo sonar los
guardamontes, fue mortal. El ímpetu de la carga puso en fuga la
caballería de Tarija y desbarató la de Arequipa, que custodiaba los
bagajes. Batallones enteros se perdieron en la confusión, siendo
lanceados sin piedad por esa turba enloquecida que penetró hasta las
cercanías mismas del Estado Mayor de Pío Tristán.
Los realistas
huyeron dejando atrás una enorme cantidad de bastimentos, cañones, armas
y municiones. Incluso el tesoro del ejército y hasta el coche personal
del general.
De inmediato los milicianos gauchos se
obstinaron a saquear metódicamente todo lo que pudieron, por lo cual
esta tropa terminó perdiéndose para el resto de la acción, aunque desde
los montes cercanos se dedicaron a cazar todo grupo disperso de
realistas, como lo relata José María Paz en su mencionado libro .
Mientras, avanzaban disparando los cuadros de infantería de Belgrano, a
tiempo que el barón de Holmberg hacía tronar los cañones. Unida esta
acción a la eficacia de la artillería derecha y a la de la infantería de
Carlos Forest, habían logrado desarmar y hacer retirar a toda el ala
izquierda enemiga, en total desorden hacia el puente de El Manantial.
En el centro, las cosas también se mostraban felices en un primer
momento para los patriotas. El único peligro estaba en que parte de la
infantería realista, al avanzar resueltamente, puso en apuros a Ignacio
Warnes, quién capitaneaba las milicias de infantes, pero pronto la
reserva, a cargo del intrépido Manuel Dorrego, acudió en su auxilio. La
hueste de Tristán comenzó entonces a ceder terreno, desamparada como
estaba por la derrota de la caballería del ala derecha.
Impensadamente, aquella columna que el general Pío Tristán había
desprendido para bloquear por el sur, volvió para participar en el
combate: cómodamente desplegada, acudió en apoyo del ala izquierda
realista, que había logrado desorganizar a la caballería patriota de
José Bernaldes Palledo, que tenía a su frente.
No debemos
olvidar que los partidarios del rey eran profesionales y con los
refuerzos, pronto rearmaron sus cuadros, quienes acudían al toque de los
clarines y a la voz de mando de sus jefes, en formación a cada
regimiento al que pertenecían. La sorpresa había pasado. La hora de la
verdad se acercaba, ya que sincronizadamente comenzaron a encolumnarse
en una formación conocida como “martillo” para rodear y neutralizar la
infantería patriota.
El ímpetu inicial se paró en seco y
las tropas de Belgrano, -comenzando por los bisoños-, retrocedieron
desordenadamente en medio de aquel escenario humeante, regado por la
sangre de griegos y troyanos.
Esto creó un desbande general,
lo que motivó que Belgrano, poniendo en riesgo de su vida se corriera él
mismo para tratar de reordenar el caos circundante, lo que en parte
consiguió. Desde la derecha, galopó hacia esa crítica izquierda para
mandar que cargaran, pero cuando llegó, los soldados ya estaban en
tumultuosa retirada. No pudo contenerlos y el ímpetu arrastró al general
hacia el sur, sacándolo del campo de batalla, la que creyó perdida .
Fuente: José María Posse. "Tucumanos en la Batalla de Tucumán". Tucumán 2012.-
hola como estas? gracias por este blog guia de estambul
ResponderEliminar