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sábado, 9 de diciembre de 2017

Por qué la nueva fase del revisionismo debe centrarse en los pueblos originarios

Es hora de que los historiadores hagamos justicia a la lucidez y al coraje de nuestros lejanos antepasados y le demos el lugar que se merecen


Una polémica centenaria que inicia Alberdi, nuestro primer revisionista, en su ácido enfrentamiento con Mitre y Sarmiento: "En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie o caudillaje. Belgrano no es el Belgrano que Dios hizo; el verdadero y autentico Belgrano es el Belgrano hecho y compuesto por Mitre. El San Martín de Sarmiento es el autentico, el genuino y verdadero San Martín, no el que resulta de sus propios hechos registrados en la historia. La historia no es un patrimonio común de todo el mundo. No todos tienen el derecho de contarla o escribirla al menos que no sea conforme a los tipos históricos grabados por los liberales oficiales. Sus textos son un código de verdad histórica; refutarlos es violar la ley, invertir el orden público: es un crimen de estado; y el disidente un profano, un criminal".

¿Pero qué es el revisionismo? A esa pregunta vale responder con argumentos doctrinarios, ideológicos, pero también con ejemplos para su mejor comprensión.

Tras muchos anos de lucha y marginación el revisionismo logró reivindicar a Dorrego, los caudillos federales, Juana Azurduy, Artigas, Andresito, acciones como la pueblada del 5 y 6 de abril de 1811 y la gesta de la Guerra del Paraná, más conocida como Vuelta de Obligado, También al San Martín pensante, antiunitario, compinche de Rosas, otro reivindicado. Todos ellos comprometidos, de una u otra manera, con el federalismo popular, que así pagó caro su derrota en las guerras civiles, su propósito de hacer de Mayo una auténtica revolución social. También la visión revisionista permite un análisis de los hechos y personajes contemporáneos, puede decirse sin ambages, desde la visión de los sectores populares (a diferencia de la historia oficial que expresa, abierta o embozadamente, la de los sectores dominantes).

Vaya aquí un ejemplo. Nuestros pueblos originarios nunca ocuparon un lugar de privilegio en nuestra historia oficial, que así reproduce la  postergación social de los sectores populares en lo social, en lo económico y también en lo histórico. Es hora ya de que los historiadores les demos el lugar que les niega el liberalismo conservador y hagamos justicia a la lucidez y al coraje de nuestros lejanos antepasados.

Las noticias que el extremeño Núñez de Balboa hizo llegar del descubrimiento, el 25 de septiembre de 1513, del "Mar del Sur" (Océano Pacífico), se difundieron por toda España y se supieron también en Portugal. Ello urgió a los reyes de España a enviar una armada para encontrar el canal interoceánico para franquear el nuevo continente y así extender sus dominios por el oeste de las Indias Occidentales. "Habéis de mirar que en esto ha de haber secreto e que ninguno sepa que yo mando dar dinero para ello ni tengo parte en el viaje", escribía el monarca español en sus instrucciones al Piloto Mayor del Reino, Juan Díaz de Solís, quien partiría el 8 de octubre de 1515 desde San Lúcar de Barrameda hacia la América meridional.

La suerte no acompañará a dichos conquistadores europeos, pues no les sucederá lo que a Hernán Cortés, a quien el soberano azteca y su corte recibirán con honores convencidos de que eran la encarnación del dios Quetzalcoátl profetizada por los augures. Tampoco la de Pizarro, quien invadirá el imperio incaico y apresará sin dificultades a su soberano Atahualpa, más ocupado en litigar con su hermano Huáscar que en defenderse de los intrusos.

Nuestros querandíes, quizás guaraníes,  a quienes nuestra historia divulgada trata de salvajes poco menos que animalizados, deben ser reconocidos como más sagaces que sus hermanos americanos ya que no confundieron a los españoles con dioses y no dudaron de que se trataban de enemigos. No se dejaron impresionar por aquellas naves descomunalmente más imponentes que sus piraguas, por aquellos desconocidos animales que arrojaban humo por sus narices y corrían a la velocidad del rayo, tampoco por aquellas pieles rígidas que sus flechas no atravesaban y que refulgían al sol como la plata que los conquistadores anhelaban.

Mataron a aquellos intrusos a quienes las imágenes de los manuales escolares representan de agraciada presencia, de tez blanca, brillantes sus yelmos y armaduras, custodiados por algún sacerdote portando una cruz, con el claro propósito de provocar la identificación de los lectores vírgenes . Los incitaron al desembarco tentándolos sagazmente desde la orilla con agua, frutas y peces, preciadísimos luego del prolongado y azaroso cruce del océano.

El cronista Herrera, integrante de la expedición, relató que "los indios tomando a cuestas a los muertos, y apartándoles de la ribera hasta donde los del navío no los podían ver, cortaban las cabezas, brazos y pies, asaban los cuerpos enteros y se los comían". Son falsos esos relatos sobre un canibalismo inexistente en nuestras tierras, pero que se repetirán a lo largo de la Conquista  con el objetivo de horrorizar a los europeos  y así justificar las intervenciones "civilizadoras" que provocaron la casi extinción de los habitantes americanos.

Es así como nuestra historia oficial nos presenta a nuestros pueblos originarios, es decir a los directos antecesores de los "cabecitas negras" de Evita , a nuestros trabajadores y desclasados de tez cobriza y pelo renegrido, autóctonos o inmigrados,  que constituyen la inmensa mayoría de nuestra población. Aún más allá, ¿en quién de nosotros, aún en aquellos cuyos antepasados descendieron de los barcos, no hay sangre originaria?

Se trata entonces de revisar la historia de la nefanda suerte de aquellos invasores europeos que se atrevieron a hollar las tierras de lo que hoy es nuestro país y reivindicar la lucidez, el coraje y la astucia de nuestros pueblos originarios. Porque de eso trata el revisionismo histórico, de poner justica donde no la hay.

Fuente: Pacho O' donell para Infobae

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